Estaba hundido en la cama, como si me hubieran enterrado vivo, cayendo en una ansiedad sin fondo. Sentí miedo de quedar así, en medio de la noche, y tuve que encender una lámpara para agarrarme de su luz. Música, Ejercicio.
Caricias de humo. A veces nada detiene su avance, es la sombra que cubre todo con su velo de negritud. La ausencia del color. Cuatro paredes negras y una araña inquieta en el techo. Otra vez rota. Otra vez mal. El hombre más triste del mundo. Olvidó como sonreír. Desconfío de todos. Duermo poco. Desequilibrio químico cerebral.
¿Cómo evitarte sentirse así, después de que ese ‘alguien’ te traiciono? ¿Cómo no sentir malestar, frustración y decepción? Mike Ness toca su guitarra distorsionada hasta el copete y canta el blues, la vida es una apuesta y puedes perder. ¿Cómo evadir la tristeza que me provoca la frialdad y la indiferencia disfraza de actuaciones bien elaboradas? El mundo es falso, la gente no dice lo que piensa o lo que siente, siempre hay un doble plan, un doble lenguaje, una doble moral. Y tú no sabes hacer eso. En tú ingenuidad eres capaz de darte a cambio de nada. Que pendejo eres.
En noches como estás, el torrente de emociones te arrastra; es un barquito de papel en una tormenta, El mar te traga y te hundes. Sentado en un sillón, abres los libros que te han enviado. En Cuco Sánchez Blues de Carlos Velásquez encuentras unas palabras de aliento: “Andas mal pendejo, No tienes nada. Nadie te quiere”. Y en Elixir de Zafiros de Yudi Kravzov: “Diez minutos perdidos, porque ni siquiera me tuve a mi mismo: malgastados también para aquellos que como yo siguen perdidos y no descansan y no duermen, ni besan, ni sueñan. Diez minutos que sólo me dejaron más vacío…”. Somos náufragos que se encuentran en la misma isla con sus discos favoritos bajo el brazo. Los aislados, nadie nos va a salvar. Nuestra música, nuestras letras, es lo que queda para estar solos.
Tus gritos interiores son de ¡S.O.S.! ¡Un salvavidas para salir a flote! Entonces un océano…
o de alguna manera siguirè pensando si
